viernes, 30 de noviembre de 2007

Futbol y Años - Por Simon Kuper.

La otra mañana, en una sucia cancha en las afueras de Paris, habrías podido tener una vista curiosa. Un hombre regordete (pero no tanto) y de mediana edad ( pero no tanta) en shorts con una camiseta de Irlanda pegada al cuerpo, abarrotado gritándole obscenidades a unos hombres mas jóvenes que usaban la camiseta de Argentina, y ocasionalmente, tratando de pegarles una patada, pero siempre llegando demasiado tarde. Ese hombre era yo.

Me sentí avergonzado, no solo durante el partido, también después.
Me di cuenta, que a los 37 años, necesitaba retirarme del fútbol, o por lo menos del fútbol con hombres más jóvenes.

Esta seria apenas una triste historia de un hombre, excepto que de una u otra manera nos pasa a todo nosotros. Retirarse del fútbol es una de esas pequeñas muertes que experimentamos en el camino a la muerte.

George Orwell pregunto: “¿que tienes en común con el chico de cinco años que tu madre tiene en esas fotografías de cuando eras chico?”. Nada, excepto que tu eres la misma persona.
A menudo, la única cosa que compartimos de cuando éramos chicos es el amor por los juegos.

El fútbol, es probablemente, la cosa en la vida que mas me acerca al chico de 10 años que solía despertarse antes del amanecer los sábados, correr a la cancha del club o del barrio y colgarse de la reja hasta las ocho de la mañana, hora en la que alguien por fin abría.

En encuestas a chicos, un sorprendente alto porcentaje de ellos predicen que en el futuro serán deportistas profesionales. Pero no, durante sus décadas en canchas, el momento sublime – un gol apoteótico, un quite excepcional, un cabezazo al ángulo- alimentan la fantasía deportiva de ser un espécimen perfecto del ser humano.

La vida es una serie de expectativas frustradas –que es la estructura narrativa- pero una de las primeras cosas que se viene abajo es el cuerpo. “Solo a los 20 el cuerpo funciona perfectamente”, sentencio el legendario Alfredo Distefano, que ahora tiene 80 años.
Ben Hurley, profesor en la Universidad de Maryland una vez me explico la secuencia del declive. La flexibilidad es lo que primero se va. Luego, a fines de los veinte años, la capacidad cardiovascular decrece, restándote resistencia. A la misma edad empezas a perder “potencia muscular”, lo que Hurley define como la velocidad a la cual podes producir el máximo esfuerzo. A los 30 saltaras más despacio y más bajo que antes. Los tiempos de reacción también caerán.

Gerald Vanenburg, un brillante futbolista holandés, me dijo que descubrió en los principios de sus treinta que incluso su coordinación había decaído. Ya no era tan hábil con la pelota como antes. La fuerza es lo último que se va: la masa ósea y muscular solo comienza a disminuir a mediados de los treinta. Mientras tanto las lesiones de toda una vida deportiva empiezan a hacerse notar... El mejor consejo para el envejecimiento sigue siendo: NO LO HAGAS.

Para los 37 no queda demasiado, particularmente si te rompiste dos veces los ligamentos. En un partido la otra semana, estaba corriendo hacia un balón suelto sabiendo exactamente a quien se la iba a pasar.
Ya tenía la jugada en mi cabeza, pero… para cuando llegue a la pelota, esta ya se había movido. Parecía ser que estaba mas lento de lo que yo creía que estaba.
En el fútbol, con mis disculpas a P.J. Rourke, la juventud, la inocencia y un mal corte de pelos vencen a la edad y la experiencia.

En mi último partido frente a “Argentina” (en realidad una banda de argentinos viviendo en Paris) éramos 14 jugadores. Yo, era el jugador Nº 14.
Después de estar una hora, congelándome al costado de la cancha, entre al campo de juego. Quedaban solo 20 minutos de juego, aún así quede exhausto media hora después que el partido había terminado.
Mientras estuve en la cancha “Argentina” metió dos goles para liquidar el encuentro.
En mi vida he sido humillado más a fondo a menudo, pero no tan seguido.

Hay varias veces últimas en vida. ¿Y cuándo usted último vio a su padre? dice el título de la memoria de Blake Morrison de la vida y de la muerte de su propio padre. Esta la última vez que usted besa cierta persona y la vez última usted sale de una casa particular.
Pero tu último partido como la gente en el deporte que elegiste también llega a tener esa magnitud.
Después de esa ultima vez, tenés la certeza de que alguna de tus ambiciones, nunca serán realizadas.
Después de eso, podes mirar atrás y reconocer tu momento cumbre. Para mi fue un partido en Spandau, en las afueras de Berlín, cuando tenia 21 años. Esa vez fue la vez que mejor jugué en mi vida. Lo más cerca que alguna vez estuve de ser futbolista profesional.
Otra vez, ese mismo año en Berlín, en un partido que nos mezclamos con gente mayor mi equipo termino jugando contra unos tipos mayores de 35 años.
Nuestros rivales me divirtieron, hombres de mediana edad, medio gorditos, calva incipiente en algunos y pocos en estado. Era divertido verlos tratar de pegarnos una patada, y llegando tarde aun para eso.

Ahora estoy esperando entrar en el equipo de mayores de 35 de un amigo en Paris. El año pasado un amigo de él murió al costado de la cancha esperando entrar a jugar.
En esa clase de compañía puede ser que apenas pase bueno.
Pero probablemente en el fútbol de mayores de 35 años no es más posible fantasear sobre ser el futbolista perfecto. Estos jugadores tienen una sola ambición, pasar una mañana o tarde fuera de su casa, sin los niños, dedicándose a jugar otra vez.

Aun así, estoy orgulloso de haber dejado el fútbol. Se había convertido en algo muy estresante. Un amigo mío, jugador de cricket profesional, me dijo este verano que nunca había disfrutado un partido de cricket cuando jugaba profesionalmente, ya que estaba muy estresado y preocupado por los resultados. Solo cuando el partido terminaba lo disfrutaba íntimamente.

Así es como me he sentido con el fútbol últimamente, excepto que raramente lo disfruto introspectivamente.
Pasarían días antes de que el juego se aburra de humillarme. Cuando paso eso, lo deje ese fin de semana. El fútbol era la actividad de mi semana que me enfrentaba de la forma mas afilada con mis limitaciones.
Cuando tenía siete años, nunca temí un partido así. Pero nunca me imagine que me convertiría en un fracaso de futbolista, o mejor dicho, en uno de los tantos futbolistas frustrados que nunca llego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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